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martes, 30 de junio de 2020

CNR aprobó financiación de proyectos productivos de las FARC

Bogotá, Colombia, junio de 2020. - El Consejo Nacional de Reincorporación (CNR) aprobó hoy recursos por $ 1.477 millones para una planta procesadora de café, un plan de ganadería doble propósito y un Supermercado, con lo cual ascienden a 57 los proyectos productivos colectivos aprobados a excombatientes de las Farc.

En su sesión 110, el CNR, con participación de delegados del gobierno y del partido Farc, dio luz verde a tres proyectos productivos colectivos que vinculan a 127 excombatientes y  se desarrollan en los departamentos del Tolima, Meta y Guaviare, con una inversión total de $1.477 millones. 
El Consejero Presidencial para la Estabilización y la Consolidación, Emilio Archila, resaltó los avances en la asignación de recursos para proyectos productivos de excombatientes que han seguido firmes en la legalidad, y precisó que la pandemia del Covid-19, no ha afectado la atención a las personas en proceso de reincorporación. 
“Ya son más de 2.700 excombatientes de las Farc-Ep y sus familias que hoy, gracias a la articulación institucional, cuentan con un proyecto colectivo aprobado en el CNR que contribuirá a su sostenibilidad económica y retorno a la legalidad”, afirmó Andrés Stapper Segrera, representante del Gobierno Nacional en el CNR y director general de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN). 
El primer proyecto que aprobó el CNR en esta sesión, lo lideran 58 excombatientes (46 hombres y 12 mujeres) del Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (AETCR) El Oso, ubicado en el municipio de Planadas (Tolima). Allí se construirá una planta procesadora para el trillado, tostado y molido de café pergamino. Así mismo, el acopio y clasificación del grano cosechado por los caficultores de las veredas del corregimiento de Gaitania y municipios cercanos. 
Los excombatientes de las Farc esperan que con esta planta procesadora puedan impulsar la comercialización de su café en mercados nacionales e internacionales y fortalecer las alianzas con los caficultores de la región. 
El segundo proyecto aprobado fue formulado por los excombatientes del AETCR La Reforma en el municipio de Vista Hermosa (Meta) y tiene como objetivo la compra y venta de ganado y la producción de leche; este beneficiará a 39 personas (27 hombres y 12 mujeres) en reincorporación y se ejecutará en una finca de 130 hectáreas gestionada por la Cooperativa Multiactiva Agropecuaria Paz y Desarrollo (Cooproagrometa). 
Este proyecto ganadero cuenta con un aliado comercial en el municipio de Vista Hermosa que tiene la capacidad de compra de 400 litros de leche diarios; así mismo, venderán las reses a productores de ganado cebado y participarán en ferias ganaderas de Granada y Villavicencio. 
“Le estamos poniendo todo el empeño al funcionamiento de este proyecto que nos permitirá salir adelante y cubrir nuestras necesidades. Mi llamado es trabajar con fuerza y ganas. Estamos contentos y agradecidos porque hemos avanzado en nuestro proceso de reincorporación”, indicó Luis Turriago, beneficiado del proyecto. 
El tercer proyecto productivo aprobado se trata del único Supermercado del sector que va surtir las necesidades de bienes de consumo del AETCR Las Colinas y nueve veredas aledañas del municipio de San José del Guaviare (Guaviare). 
Este modelo productivo está diseñado para mitigar la problemática de acceso a productos, en su mayoría, de primera necesidad con precios accesibles. 
“Este Supermercado comprará y comercializará los alimentos que se cosechen en la región y se aliará con proveedores mayoristas de San José del Guaviare, Granada y Villavicencio para garantizar productos de consumo de buena calidad y a precios justos”, puntualizó Stapper. 
Los proyectos productivos colectivos de los excombatientes de las Farc-Ep hacen parte de la implementación de los beneficios económicos enmarcados en la política Paz con Legalidad, lineamiento del Gobierno Nacional que impulsa la Consejería Presidencial para la Estabilización y Consolidación y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN).

Datos de interés:
·       El CNR ha aprobado 57 proyectos colectivos que benefician a 2.712 excombatientes de las Farc-Ep y sus familias. 
·       La ARN aprobó 1.387 proyectos individuales que benefician a 1.630 excombatientes por un valor de $13.014 millones. 
·       El proceso de reincorporación tiene un total de 1.444 proyectos productivos que vinculan a 4.342 excombatientes.
Fuente: Prensa de la gobernación.
Ajuste de contenido y diagramación: bersoahoy.co
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lunes, 5 de abril de 2010

Cardnal Castrillón en desacuerdo con términos ofensivos contra las FARC

Esta es DigiRadiocom de Colombia, desde Bucaramanga para el mundo; editor: Bernardo Socha Acosta
Fuente: Foto y texto Tomado de EL TIEMPO
Reportaje de María Isabel Rueda


El cardenal Darío Castrillón fue presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei hasta el 8 de julio de 2009.

En charla con Maria Isabel Rueda, explica cómo van sus conversaciones con esa guerrilla.

Monseñor, esta semana se produjo por fin la liberación de dos de los soldados secuestrados por las Farc, pero aún quedan 21 soldados y policías privados de la libertad. Un comentario suyo...

Quiero ver la parte de bondad que hay siempre en el corazón humano y quiero interpretar esas liberaciones desde ese punto de vista. Es una manifestación positiva de la cual me alegro profundamente como cristiano, como Cardenal y como colombiano.

¿Por qué cree que, ante el repudio que genera el secuestro, no los liberan a todos?

Acompaño a quienes siguen en el dolor del cautiverio. Pero ellos, al ver estas liberaciones, tendrán una luz de esperanza. Todos los colombianos pensantes sabemos que en Colombia vivimos una guerra, muy parecida a una guerra civil, en el sentido de que un grupo de la población tiene unos anhelos distintos de los anhelos del otro grupo de la población. No entro a hacer la cualificación de tipo moral de esos anhelos. Ya la Iglesia se ha pronunciado para decir que no estamos de acuerdo con la violencia como camino para obtener determinados cambios. Hay que abrir los espacios de tipo político, por los que se puede llegar a conseguir lo mismo que se busca por los caminos que producen tanto dolor y tanta angustia como el secuestro.

Entiendo sus palabras en el marco de su misión pastoral, generosa y amplia. Pero créame que para la mayoría de colombianos aquí no hay una guerra civil. Aquí hay un pequeño pero poderoso grupo alzado en armas que está matando, secuestrando y que hace rato perdió su rumbo en el narcotráfico. ¿Allá en El Vaticano ven a las Farc como las vemos los colombianos?

Evidentemente la posición oficial de la Iglesia es siempre contraria a este tipo de actividades. Pero yo no caigo en la actitud simplista de meter a todo el mundo en el mismo paquete, porque hay personas que no están en narcotráfico aunque sí en violencia. He estado en campamentos, en sitios de combate, y conozco personas que están ahí pero que no comparten esos vínculos de la guerrilla con el narcotráfico. Yo tengo fotografías en el monte (en estos días encontré una en la que está Alfonso Cano, Antequera y otros a quienes no reconozco ya. Desgraciadamente no le puse la fecha, pero esa foto debe tener unos diez y ocho años). Así que es un largo camino en el que ha habido de todo. Buenas intenciones de ayudar al pueblo por caminos que yo personalmente no he aceptado. En esto no me aparto ni un milímetro de lo que piensa la Conferencia Episcopal colombiana que ha seguido tan de cerca el proceso y de mis hermanos obispos en Colombia que han estado como yo mismo en contactos directos y en acciones buscando la paz.

¿Es peor que las Farc, además de violentas, sean narcotraficantes?

Naturalmente es peor lo segundo. No podemos ser hipócritas en esto. Ha habido gentes de raigambre noble en Colombia que se volvieron narcotraficantes. Ha habido familias reconocidas como distinguidas que entraron a beneficiarse de uno u otro modo del narcotráfico. Con venta de propiedades o participación en negocios. Todos sabemos, como me decía un coronel cuando yo estaba en Bucaramanga, que muchas personas de las Fuerzas Armadas desafortunadamente también se dejaron llevar. Me acuerdo como si fuera hoy mismo que ese coronel me decía: por favor monseñor, pídale al ministro que no mande nuestro batallón al norte de la Costa porque vamos a correr el riesgo de que también los nuestros se contaminen. Cuando encontraron en el morral de cada soldado millones, hizo el ejercito una acción relámpago para purificar, pero desafortunadamente, eso me lo dijo el coronel, hasta oficiales volvieron después a esa zona como narcotraficantes. Ha habido gente que se ha pervertido con el narcotráfico en el Ejército, en la Policía, en los cuerpos de defensa personal de los narcotraficantes y de otras personas, y en los delincuentes comunes.

Naturalmente que la decisión de entrar al narcotráfico es de la cúpula de las Farc y no de sus militantes rasos...

Pero no podemos decir que absolutamente toda la guerrilla está en el narcotráfico. Se de algún grupo que quería excluir todo lo que tuviera que ver con estupefacientes, droga, coca. Y me decía un comandante: tenemos un problema muy grave, porque los campesinos que están con nosotros son los más infelices porque no pueden tener cultivos de droga. Pero hablando acá con personas de alto nivel les decía yo que no es realista pensar en sustituir droga por yuca. Creo que tenemos que ser muy claros para ser justos. Evitar generalizaciones que no solo son peligrosas sino odiosas y dañinas.

Desde ese punto de vista, ¿usted no está de acuerdo con denominar nacional e internacionalmente narcoterroristas a las Farc?

No estoy de acuerdo. Esto lo he dicho en círculos muy elevados aquí en Europa, porque me parece que es un simplismo que hace daño. Pero no excluye la afirmación de que sí es mucha la gente que está metida plenamente en el narcotráfico, y no solo proveniente de la guerrilla. Y en ese caso también se puede llamar delincuentes comunes a los países que abren sus puertas de una manera hipócrita al mercado de la droga.

¿Qué sabe su santidad el Papa Benedicto XVI sobre el tema de Colombia? ¿Qué opina él de lo que está pasando aquí?

Últimamente no hemos hablado. Pero en una época lo hacíamos mucho, ya que trabajamos muy unidos cuando Su Santidad el Papa Juan Pablo II me incluyó en una comisión con el entonces Cardenal Ratzinger y nos reuníamos diariamente. Ahí tuvimos oportunidad de hablar sobre estos temas. Conoce el tema de Colombia a profundidad.

¿Qué hay de cierto en que usted, desde el Vaticano, ha avanzado un gran trecho en las conversaciones con las Farc?

Hemos tenido oportunidad de conversar y de hacerlo claramente. Yo suelo decir lo que pienso. Y desde el punto de vista de mi misión soy un convencido de que Jesucristo es un hijo de Dios y yo soy ministro de Él. Por eso nunca he callado lo que es la exigencia de nuestra doctrina frente a esos problemas. Y lo saben ellos, mis amigos, y me atrevo a llamarlos así, en altos niveles de la dirigencia armada de la guerrilla. Algunos de ellos han estado en mi capilla aquí en Roma, saben que nunca les he ocultado la verdad. Saben que no profeso hacia ellos una falsa amistad. Siempre le he dicho no al enriquecimiento ilícito fácil; no a poner el riesgo la vida de campesinos y de personas de la ciudad; no al ingreso del dinero mal habido a la política. Siempre he dicho eso con toda claridad, bajo la convicción de que soy ante todo un sacerdote. Ser cardenal es accidental, lo importante en un religioso como yo es ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir que te absuelvo de tus pecados. Es por ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir por la mañana este es mi cuerpo porque un pedacito de pan se convierte en el cuerpo de Cristo. Eso me obliga siempre a decir la verdad, no para ofender a la persona con la que estoy hablando, sino para que se salve entrando por los caminos de Dios, que son los únicos de la verdadera felicidad. La droga y el poder de las armas no producen la felicidad. Producen muerte, desolación. Y el terrorismo, inseguridades mayores. En Colombia tenemos que tener en cuenta que esa realidad nueva del terrorismo internacional, como arma de minorías puestas en contra de gobiernos establecidos es algo que hay que tratar con diálogo, con inteligencia, y que ni siquiera las grandes potencias han logrado dominar con el simple empleo de las armas.

Pero no me ha respondido si la visita de esos 'amigos' allá a su capilla ha producido avances o no.

Yo pienso que sí. Pienso que hay una disponibilidad en ellos, pero también hay, como en todas las personas, dudas de si hay verdad en lo que va a ocurrir. Tenemos experiencias dolorosas en el país de muerte de gente que dialogó, lo que obligó a los demás a una prudencia que a veces paraliza acciones que podrían ser más fáciles si no hubiera las experiencias negativas que tenemos.

¿Ha estado reunido con Cano, por ejemplo?

Nos hemos encontrado varias veces. En las montañas, en los aeropuertos, una vez en Cartagena, otra en México. Y por teléfono. Nos conocemos y he hablado muy claramente con él y yo no puedo decir que no tiene también una buena voluntad.

¿Hace cuánto fue ese último contacto con Cano?

Hace algunos meses.

Estamos a un mes de la primera vuelta presidencial en Colombia. ¿Qué sugerencia les haría a los candidatos para que avancen en el tema de concretar la paz?

Me gusta hablar de cosas que sé, no de cosas que imagino. Desde donde estoy hablando tuve encuentros con gente de la guerrilla. Y supe de ellos que hubo políticos colombianos que ofrecieron ventajas a algunos grupos si ellos les ayudaban en los votos. Yo les pediría a los políticos colombianos que no busquen los votos de la delincuencia común y de terroristas porque lo pagarían ellos mismos y le harían pagar al país los votos que consigan por esos caminos.

¿Y con base en esas conversaciones, qué les podemos sugerir a los candidatos presidenciales?

Hay que ponerle armonía a dos cosas. La primera, que el Presidente de la República tiene que defender un orden, incluso con el uso de la Fuerza Pública, lo cual ha hecho el Presidente Uribe de acuerdo con su conciencia. Pero al mismo tiempo hay que pensar que si bien en la guerrilla hay personas fuera de la ley, también son colombianos que tienen derecho a cobijarse bajo el mismo cielo, bajo la misma bandera y los mismos ideales colombianos y hay que abrirles la puerta. El Presidente Uribe lo intentó, lo cual me consta porque me autorizó para poder hablar, y no es fácil por las acusaciones de terrorismo contra las Farc. Pero sin embargo hemos llegado a pensar, y lo he hablado con autoridades de acá, en encuentros en los que no haya riesgo, para quienes vienen, de ser detenidos como terroristas.

¿Pero cómo hace usted para reunirse con personas internacionalmente señaladas de terroristas?

Pues de acuerdo con los gobiernos y con la protección que estén dispuestos a brindarnos en esos casos. Y uno encuentra sitios donde no hay ese riesgo.

Una pregunta con todo respeto. ¿Usted va a votar?

Evidentemente, y no le digo por quien.

Hay un niñito, Johan Steven Martinez, hijo de un soldado secuestrado, que no conoce a su papá. Y que cuando sale ante los medios a pedir por su liberación lo hace en medio de una profunda súplica pero sin amarguras y sin odios. ¿Podría mandarle un mensaje a través de esta entrevista?

Johan Steven, solo te digo una cosa. Los niños son privilegiados de Jesús. Jesús, que es Dios, acoge nuestras plegarias. Dile a Jesús que te ayude en la liberación de tu padre, y puedes estar seguro de que eso ocurrirá.

Y ahora a Alfonso Cano...

Alfonso, quiero tocar hoy tu corazón. Piensa en ese niñito como una esperanza también de paz y de seguridad en Colombia.

Finalmente me toca tocar el tema de la pederastia en la Iglesia. Hay la sensación de que este Papa no fue diligente en tramitar esas denuncias cuando era Arzobispo...

No quisiera entrar en este tema. Pero hay un derecho en la Iglesia en el cual hay cabida para el arrepentimiento y la misericordia, y no solo para el perdón del pecado, sino para el perdón del delito. Y esto lo ejerció la Iglesia desde el principio. Cuando el Santo Padre era Arzobispo no hizo nada distinto de cumplir las leyes de la Iglesia. De eso no hay nada más que hablar.

Entonces, una bendición para sus queridos fieles colombianos en este lunes de pascua...

Para todos los católicos mi bendición y para los que no lo son invoco la protección divina en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Una última pregunta. ¿Su voto será por un hombre o por una mujer?

¡Cómo eres de lista! No te lo digo.

María Isabel Rueda
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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sábado, 23 de enero de 2010

La seguridad democrética en Colombia

Esta es DigiRadiocom de Colombia, desde Bucaramanga para el mundo; editor: Bernardo Socha Acosta
Si bien durante las desastrosas conversaciones de El Caguán, las FARC ganaron terreno militar, su arrogancia las llevó a creer que ya eran un cuasi-ejército y que no necesitaban apoyarse en principios esenciales de la guerra de guerrillas. Por eso, además de golpes menores, con menos significación relativa que los sufridos por la Fuerza Pública, mal dirigida y desgastada por la malaria, la leishmaniasis, las minas antipersona y los francotiradores, las FARC recurrieron a la ‘hibernación', identificada con el calificativo de ‘repliegue estratégico' por los medios. Además, no se preocuparon por cambiar su estrategia de ‘repliegue pasivo', con el fin de recuperar la iniciativa. Por ello, fueron despertadas a la realidad por el cambio estratégico de la Fuerza Pública, sin que se percataran pronto de que seguían siendo una guerrilla.

Su prolongada ventaja de dispersión en frentes en el territorio nacional se trocó en desventaja al ser superados sus sofisticados equipos de comunicación por los de la Fuerza Pública. La interceptación de comunicaciones de la guerrilla fue definitiva para recibir certeros golpes, sin que al mismo ritmo asimilaran su nueva situación. Tan sólo luego de la ‘Operación Jaque' se convencieron de su condición de guerrilla en retirada y de la necesidad de usar su olvidado principio guerrillero de adaptación a las circunstancias.
A partir de allí, las FARC han recibido escasos golpes importantes, como el de la ‘Operación Fuerte', en febrero de 2009, en Sumapaz. No obstante, han sido significativas la reducción de sus efectivos, las deserciones y las filtraciones de información. Éstas han sido alentadas por el énfasis creciente en recompensas y beneficios brindados por el Gobierno a desertores y criminales, ignorando normas vigentes y sin escrúpulos éticos. Este énfasis corresponde al decrecer de rendimientos en las operaciones militares contra las FARC, que han recuperado parte de la iniciativa.

En el plano político, la preocupación principal de la PSD ha sido acabar con el espacio nacional e internacional ganado por las FARC. Pero su mayor logro ha sido interno. La multitudinaria marcha en contra del secuestro, en febrero de 2008, alentada por el odio contra esa guerrilla, es una muestra significativa al respecto. Sin embargo, ese odio, inducido oficialmente con base en los crímenes de la guerrilla, ha sido usado para alimentar la polarización de la opinión pública a favor del Gobierno, al identificar cualquier crítica en su contra con condescendencia o alianza con las FARC y el terrorismo.

La persistencia en el uso de medios militares y la pobreza en el empleo de recursos políticos en la ‘seguridad democrática' han llevado a un estancamiento estratégico en la Fuerza Pública, sin que se vislumbren cambios que incorporen medidas políticas novedosas. Éstas serían necesarias para frenar el aumento desmedido del presupuesto en seguridad y en recursos militares. Sin dejar de crecer el presupuesto, han disminuido las confrontaciones entre militares y guerrilla, al tiempo que han aumentado los golpes de mano de las FARC. En términos de efectivos, según la Fundación Nuevo Arco Iris, a comienzo de 2009, las FARC tenían cerca de 10.800, en 64 frentes, y de acuerdo con la Fundación Seguridad & Democracia, 7.000.
Recuperación y consolidación territorial

En este punto se deben destacar tres estrategias del gobierno Uribe:
- La principal fue la llamada ‘Viva Colombia viaja por ella', para recuperar la movilidad en las carreteras, afectada por el temor de grupos medios y altos ante los secuestros, sobre todo en los ‘falsos retenes' y las llamadas ‘pescas milagrosas' de las guerrillas. Su efecto favorable fue inmediato en la percepción de seguridad frente a estos grupos. Avanzada la ‘hibernación' de las FARC, pero sobre todo la PCSD, la capacidad de secuestro guerrillero mediante esta modalidad desapareció.

- La recuperación de las cabeceras municipales de zonas controladas por las guerrillas fue un proceso difícil, lento e improvisado. Los ‘soldados campesinos', luego llamados ‘soldados de mi pueblo', cumplen funciones de policía que no les corresponde: mantener territorios. Por otra parte, la estigmatización oficial de la población civil de esas zonas se reflejó en los primeros años en la creación de amplias redes de informantes improvisados y en redadas masivas plenas de arbitrariedades, que terminaban con liberaciones de la mayoría, judicializaciones sin mayor fundamento y hasta asesinatos. A diferencia de las ciudades, donde la Fuerza Pública alcanzó niveles de aceptación sin precedentes, en esas zonas aún prima la desconfianza frente al Estado, ya que no han terminado las arbitrariedades.

- Como parte de la PCSD hay una iniciativa, iniciada en 2008, que aprovechó planes de obras públicas y erradicación manual de coca en el área de La Macarena (municipios de Uribe, Mesetas, San Juan de Arama, Vista Hermosa, Puerto Lleras, Puerto Rico y La Macarena), para adelantar el "primer proyecto de consolidación de la PSD". Esta política depende del Ministerio de Defensa y la Vicepresidencia de la República, con apoyo de cooperación internacional, protegido por la Fuerza de Despliegue Rápido, FUDRA, ubicada en el área. Este primer ensayo de "recuperación social del territorio" muestra éxitos dado el vacío de políticas sociales en la PSD. Pero la titulación de tierras, base de estabilización de la población campesina, fue frenada por el Ministro de Agricultura anterior con el argumento de que ésta era auxiliadora de la guerrilla, lo que atenta contra la sostenibilidad del experimento. Según comentarios oficiales, parece que va a ser reproducido en otras áreas críticas de orden público, como son Catatumbo, Bajo Cauca, Tumaco y Montes de María.

Desaciertos en el mando
- Dentro del eje consistente de ejecución de la PSD contra las FARC, se han producido ciertas improvisaciones con graves consecuencias, como haber permitido, hace tres años, el protagonismo del presidente Chávez en la liberación de secuestrados para luego desautorizarlo.

- También ha habido decisiones costosas, como la incursión armada hace cerca de dos años en Ecuador para eliminar al número dos de las FARC, que provocó ruptura de relaciones con Colombia.

- En otro contexto, aunque ha habido correctivos y bajo perfil, continúa la presión jerarquizada que exige resultados, comenzando por la del Presidente. La consecuencia negativa más visible son los numerosos crímenes de lo que se conoce con el eufemismo de ‘falsos positivos', en los que se juntan una larga historia de violación militar a los derechos humanos, la terca presión presidencial por resultados y el rápido crecimiento del pie de fuerza, cuyo problema mayor ha sido la deficiente preparación profesional.

El caso del ELN
El tratamiento dado a esta guerrilla es el que menos inconsistencias ha tenido. El ELN sufrió antes su mayor derrota militar de parte de los paramilitares, que la diezmaron y sacaron de sus dominios exclusivos. A esta debilidad se sumaron enfrentamientos regionales con las FARC y un declive político derivado de su dispersión de objetivos, centrados antes en un nacionalismo. Estas circunstancias sirvieron para que el Gobierno buscara desde un comienzo un acuerdo de negociación, para mostrar que su condescendencia con los paramilitares no era favorable sólo a organizaciones armadas de derecha. Esta búsqueda fue persistente, incluso con la mediación de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Pero la miopía política del ELN lo llevó a desaprovechar oportunidades que le eran favorables. Con el cambio del panorama de la seguridad en el país, el Gobierno terminó con esa búsqueda, ya que no le brindaría réditos políticos.

Desmovilización y reinserción de los paramilitares
En relación con los paramilitares, el Gobierno Uribe desde el comienzo abrió espacios para la negociación. Al final de 2002, ésta desembocó en el Acuerdo de Santa Fe de Ralito con las AUC, donde esta organización se comprometió a no atentar contra la población civil. A partir de allí, los altibajos y las improvisaciones fueron la regla: acuerdos, desacuerdos, continuación de crímenes y sobre todo largas discusiones sobre sucesivos proyectos de ley del Gobierno, criticados dentro y fuera del país para evitar la impunidad de los paramilitares. Finalmente, a mediados de 2005, una tibia Ley de Justicia y Paz culminó con este largo episodio. Esta ley fue corregida posteriormente en algunas de sus debilidades mediante fallo de la Corte Constitucional.

Luego de numerosos acuerdos entre Gobierno y paramilitares, a finales de 2004 comenzaron las desmovilizaciones de los diferentes grupos. Estas se prolongaron hasta 2006, por cuotas y bien publicitadas. Ellas fueron un reflejo del afán oficial de mostrar una visión pacificadora. Parte del proceso fue la contabilización de más del doble de "paras" desmovilizados -a partir de los 15.000 inicialmente señalados por el Gobierno.

La base del argumento oficial de su éxito pacificador se apoyó en que, por primera vez, fuerzas irregulares no derrotadas habían sido sometidas. Pero lo que ocurrió fue que el proyecto antisubversivo que alimentó la unificación paramilitar en 1997 perdió su dinámica, a medida que emergió el afán y el logro de un enriquecimiento depredador de los jefes ‘paras', además de su ambición de poder político regional con proyección nacional. Pero más tarde se vería que este último objetivo había sido más por iniciativa de gamonales regionales, como una forma de ejercer su poder económico y político, iniciativa acogida por conveniencia mutua por paramilitares y narcotraficantes. Con el declinar de su proyecto antisubversivo, a los paramilitares les era rentable cederle el costo de sus ejércitos al Estado, que asumió un proceso de incorporación de desmovilizados a la vida civil lleno de improvisaciones y falencias aún sin resolver.

Esa iniciativa política de gamonales, en cabeza de buena parte de los grupos de políticos clientelistas y corruptos que controla amplias regiones del país, llevó a que cuando se destaparon sus vínculos con los crímenes y las masacres de los jefes ‘paras', el Gobierno interviniera de manera arbitraria para evitar judicializaciones y condenas de muchos integrantes de su bancada política en el Congreso. De ahí el incumplimiento de promesas hechas a los jefes ‘paras' durante el proceso de desmovilización, conducta que tuvo su mayor visibilidad con la extradición al unísono, luego de hacerse con cuentagotas, de 14 de los más connotados paramilitares en 2008.

El costo institucional de este proceder oficial de respaldo a políticos corruptos ha sido bien alto, debido a los enfrentamientos entre diversas ramas del poder público, pero sobre todo entre el Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia. Para las víctimas del paramilitarismo, la ausencia de sus verdugos implica dificultades insalvables para conocer la verdad y obtener reparación, además de la falta de voluntad oficial para tal efecto.

La improvisación característica del proceso de reinserción de los desmovilizados paramilitares a la ‘vida civil' ha tenido como resultado que se convierta en factor favorable a la formación de nuevas bandas delincuenciales, aspecto que se añade a otros factores propios de la dinámica de reproducción del complejo conflicto armado colombiano. Según la Corporación Nuevo Arco Iris, a comienzo de 2009, sumados los ‘paras' no desmovilizados, los reinsertados que han vuelto a las armas, las bandas emergentes e incluso antiguos guerrilleros que cambiaron de bando, había 10.200 efectivos, distribuidos en 102 grupos, que se ubicaban en 246 municipios. En ellos hay bandas dedicadas al narcotráfico, grupos que cometen ‘acciones antisubversivas' propias de paramilitares, entronques con ‘parapolíticos' y delincuencia en general.

La batalla de las cifras
En el plano de las estadísticas existe un verdadero galimatías, ya que incluso en agencias del Estado se exhiben datos que varían de manera significativa. Datos generales sobre reducción de actos terroristas, hurtos y secuestros extorsivos, así como mayor presencia policial en centros urbanos menores no tienen mayor discusión.

Pero en los dos últimos años hay serias dudas sobre la disminución de homicidios selectivos, secuestro extorsivo e incluso sabotajes a la infraestructura física. Son frecuentes los cambios de metodologías y estadísticas, y distorsiones porcentuales en documentos oficiales, para evaluar resultados en homicidios, secuestros, actos de terrorismo y otras acciones delictivas. No existe sistematización ni depuración de cifras en las agencias estatales. Casos relativamente recientes son los de las ejecuciones extrajudiciales, la impunidad y el emblemático de los ‘falsos positivos', que han ido desde su negación inicial hasta su reconocimiento por cuotas. Y en el caso de la delincuencia común, en los centros urbanos se percibe su expansión, con potencialidad de que se agrave debido a los efectos de la crisis económica y el desempleo en aumento.

Situación de las victimas
La expresión visible de atención a las víctimas del conflicto es la Ley de Justicia y Paz. Sin embargo, los sucesivos proyectos que desembocaron en ella se preocuparon más por suavizar castigos a los verdugos, que por proteger a las víctimas. Luego de más de cuatro años de expedida la ley, no hay un solo condenado entre los miles de victimarios, aunque ha sido útil para inducir parte de la verdad de las tragedias ocurridas.
Los bienes incautados a paramilitares y narcotraficantes son irrisorios frente a los que acumularon, la mayor parte ‘legalizados' mediante testaferros. Además, son muchas las tierras usurpadas que reposan en manos de conocidos ‘dueños' de dudosa reputación. Mientras tanto, alrededor de cuatro millones de desplazados deambulan en la miseria por pueblos y ciudades, en tanto que quienes se han atrevido a reclamar sus derechos o a volver a terruños asignados por el gobierno han sido diezmados por sicarios.

En relación con las llamadas "bandas emergentes", esta capacidad de reproducción de la delincuencia organizada contrarresta los logros alcanzados previamente en materia de seguridad y agrava la atención a las víctimas, que de por sí han sido tratadas en forma marginal por la PSD. Éstas se cuentan por millones en un amplio abanico de casos, que cubren desplazados, dolientes de cientos de masacres y miles de asesinatos y secuestros.

Por otra parte, en los últimos años, la disminución de la capacidad ofensiva de la guerrilla ha facilitado la presencia estatal armada en pequeños centros urbanos. Sin embargo, tal disminución frente al acoso oficial trae consigo un mayor ‘sembrado' de minas antipersona, mecanismo obligado de cualquier guerrilla para resguardarse. Sus consecuencias son costosas y prolongadas en un conflicto armado como el colombiano, en el que hay un vacío de iniciativas políticas en seguridad, las cuales podrían mermar este grave problema.

Estados Unidos y la droga
Resta mirar otras líneas políticas disgregadas referidas a los objetivos formales de la PSD. La de más entronque internacional es el problema de las drogas, que ha sido un caballito de batalla desde hace tres décadas. En el año 2000 pasó a primer plano, tras la aprobación del Plan Colombia por el Congreso de Estados Unidos. Desde 2001 hasta ahora, Estados Unidos ha gastado más de 5.000 millones de dólares, adicionados a grandes recursos del presupuesto nacional para la erradicación de cultivos ilícitos. Esta política bandera de la PSD, a instancias de Estados Unidos, ha sido su mayor fracaso, además de que ha causado ingentes problemas, como el desplazamiento de población, la depredación de la naturaleza e innumerables crímenes en medio de la terquedad oficial en mantener viva tal política.

Quizás el único subproducto rescatable es la reorganización militar exigida antes por Estados Unidos, cuyo efecto positivo pero retardado por causa de la incapacidad estratégica militar ha sido el significativo decaimiento de las FARC. Sin embargo, en el panorama actual de la seguridad en el país, la capacidad militar está sobredimensionada en presupuesto, tropa y equipo. Este exceso se disimula por razón del tratamiento armado unidimensional al conflicto. Sin duda, una visión política adecuada, que diversificara su tratamiento en varias direcciones, mostraría tal exceso y la insuficiencia de recursos de la Policía Nacional. El lastre de militarización de esta fuerza acentúa más esa sobredimensión y resalta la distorsión e insuficiencia en el manejo policial de atención y protección a la ciudadanía.

Raíces más profundas
La capacidad de reproducción del conflicto es el elemento clave para entender que la vía militar a ultranza -sobre todo en la inacabada arremetida contra las FARC, adicionada al pragmatismo político de la tarea ‘pacificadora' con el paramilitarismo- no es suficiente para lograr una paz sostenible. Si no hay tratamiento político sistemático de los factores que reproducen la recurrente y larga historia de violencia en el país, no es posible pretender que vaya a comenzar un proceso viable hacia un ‘posconflicto'.

La persistente exclusión social, unida al agresivo contraste entre pobreza y miseria frente a la opulencia en las mismas zonas geográficas, son estímulos permanentes a la violencia. El eterno y agravado problema de tierras (concentración, sobre-representación política de terratenientes, imposibilidad de cobro de un impuesto predial rural y municipal equilibrado, despojo, desplazamiento forzado, ausencia de titulación al campesinado, etc.) y la incapacidad del Estado para hacer presencia, incluso armada, en amplias zonas rurales del país, hace que siga siendo esquivo el ideal de Estado moderno de monopolizar el uso de la fuerza como recurso complementario a la esencia estatal de uso de la política. Y si a esto se agrega la recurrencia de las prácticas violentas como mediadoras del ejercicio de la política, se completa un panorama incierto frente a factores estructurales ‘reacios' a que comiencen de manera sostenida aplicaciones de políticas destinadas a darle un vuelco a esta tragedia nacional.

La gran miopía
En conclusión, el resultado positivo más claro de la PSD es que el Estado asumió en forma decidida el problema de la seguridad, que había sido en extremo descuidado por gobiernos anteriores. La responsabilidad de las autoridades civiles en esta materia fue asumida por primera vez en este gobierno de manera sostenida. Pero tal responsabilidad se ha manejado desde la óptica represiva, sobre todo militar. Se ha recurrido a las iniciativas políticas principalmente para buscar dividendos de apoyos en la opinión pública, para defender posturas del Ejecutivo de dudoso contenido ético y para ‘criminalizar' a los críticos del gobierno. No hay claridad alguna en el uso de los esenciales recursos políticos del Estado en materias de seguridad, problema que es función estatal primordial y constitucional en la sociedad. No se observa comprensión oficial de la relación que existe entre la inseguridad y la persistencia de agudos problemas sociales en el país.

¿Qué sigue ahora?
En estas circunstancias, es absurda la pretensión de ‘reelegir' a la PSD dentro de los parámetros en que comenzó, sin evaluación y reestructuración, y sobre todo desconociendo los grandes cambios producidos en su entorno. Pero lo que muestra más el carácter ‘politiquero' de tal pretensión es ignorar la obligación del Estado de garantizar seguridad, que es su función primordial debido a que sin esa condición el resto de beneficios para la población se obstruye.

En esa obligación se incluye su componente de defensa hacia el exterior, que ha sido ignorado como parte del menosprecio por el entorno internacional y el abandono e improvisación oficial en materia de relaciones exteriores. El acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia sobre uso de bases militares y los costos que ha acarreado es ilustrativo. Esta situación se convirtió en un nuevo episodio, agravado, de conflictos con los vecinos, proyectado a nivel regional y continental. Las apresuradas medidas de cambios en defensa siguen la línea de las improvisaciones en seguridad.

El escenario para el futuro de la seguridad en el país depende mucho de la posibilidad de una segunda reelección del presidente Uribe. En caso de que haya reelección, e incluso si llegase a triunfar un candidato alternativo patrocinado por el Presidente, continuarían predominando las medidas de fuerza para supuestamente garantizar seguridad. Solamente el triunfo de un candidato alternativo, con un programa distinto al guerrerista mantenido por el Gobierno, podría orientar al país por caminos en los que el uso legítimo de la fuerza esté acompañado de políticas sociales destinadas a iniciar una solución sostenida de antiguos y graves problemas sociales no resueltos.

Este último escenario es factible. Hay posibilidad de que triunfe en la segunda vuelta un candidato de coalición que se enfrente al patrocinado por el Presidente. En tal caso, podría variar el escenario inicial, en el sentido de contar con más recursos políticos propios del Estado, pero sobre todo de que haya preocupación oficial por iniciar una solución sostenida a los agudos problemas sociales reproductores de la violencia que aquejan al país. Esta vía facilitaría de manera notable la posibilidad de que la implementación de políticas de seguridad se vuelva sostenible, mediante una concepción integral que nunca ha sido aplicada, incluida la participación del conjunto de la sociedad en esta materia.

* Sociólogo, Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y de Los Andes, autor de varios libros y numerosos artículos sobre política, militares y conflicto.

** Este artículo es parte revisada del material preparatorio de un seminario sobre seguridad, organizado por Cordaid y Cinep.
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