El emplazamiento fue hecho a propósito del inmerecido
abandono que padecen los campesinos del país, refiriéndose al potencial de la
producción agrícola y pecuaria que tiene Colombia, gracias al esfuerzo de
quienes a pesar de la pandemia del coronavirus se han enfrentado solos a las
amenazas de ese flagelo y han logrado producir alimentos para sí y para llevar
a las cabeceras municipales y departamentales con un mal recompensado esfuerzo. Indicó el jerarca de la iglesia que a pesar
de ese trabajo mal reconocido, es el que ha permitido que las ciudades en estos dos años del flagelo,
hayan logrado sobrevivir y no afronten
una de las más drásticas y peores épocas de la historia por el hambre. Y, ¿gracias a quién? Se preguntó durante la intervención de la homilía.
Apuntó monseñor Rueda Aparicio
que, a pesar ese trabajo solitario de los productores del campo, la miseria se
ha apoderado con rigor sobre los más pobres y muchas de las familias de las
grandes y pequeñas urbes han tenido que reducir sus raciones alimenticia y padecer
hambre y todo gracias al abandono de quienes tiene la obligación de cooperar y
ayudar a que esas esas tierras productivas puedan dar una respuesta a la demanda de
consumo de la población.
El presidente de la
Conferencia Episcopal colombiana agradeció la misión que cumplen los bancos de
alimentos y expresó que en el caso de Bogotá su labor ha sido la bendición para
muchas familias, que de no ser así la problemática
social habría sido peor.
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